José Martínez Cruz.
Cuando el morado feminista inunda las calles en todo el mundo, como aguas
caudalosas que arrastran a su paso los odios que al mundo envenenan, se
construye una realidad distinta a la que quieren imponer los dueños del poder y
del dinero. Enfrentar la pandemia de la violencia feminicida implica superar
los miedos ancestrales y los mecanismos de dominación del capitalismo. Luchar
por la vida libre de violencia ha sido una demanda histórica que ha impulsado
la izquierda socialista, como lo muestra el acuerdo de la Internacional
Socialista en su congreso de 1911 a propuesta de Clara Zetkin, para establecer
el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
En Morelos, a principios de los años 70s, fueron las mujeres trabajadoras
de la industria de la confección, quienes realizaron un paro de labores por la
vía de los hechos, para exigir la reinstalación de 110 despedidas, lograron su
objetivo y crearon uno de los primeros sindicatos independientes. En este 2021
la convocatoria al Paro Mundial de Mujeres es la acumulación de las luchas de
protesta ante la creciente desigualdad económica, la injusticia social, la discriminación
y las múltiples violencias que laceran la dignidad de mujeres y niñas.
El 8 de marzo en la actualidad adquiere una relevancia mayor para enfrentar
la ola misógina, discriminatoria y racista que existe a nivel internacional,
como señalan Juliana Quintanilla y Paloma Estrada, de la Comisión Independiente
de Derechos Humanos, quienes ante cada muerte violenta de mujer han elevado su
voz, acompañando a las víctimas, porque los derechos de las mujeres forman
parte fundamental de los derechos humanos.
Estamos viviendo una nueva ola del movimiento de mujeres que tendrá un
efecto duradero en las formas y demandas de la lucha de clases, notoriamente
con la nueva herramienta de la huelga feminista de mujeres, como señalan Alicia
Guerra, Josie Chávez, Gaby Corona, Mafer Arellanes y Melisa Morán, de la comisión
feminista del PRT en su contribución al documento de la IV Internacional, sobre
el nuevo ascenso del movimiento de mujeres.
Si en realidad queremos transformar las condiciones de vida, debemos
aprender a mirarlas a través de los ojos femeninos, como dijeran Trotsky y Rosa
Luxemburgo. La revolución es feminista y es ahora. El 8 de marzo debe ser un día
para la acción y reflexión de toda la sociedad para hacer plenamente vigentes
los derechos humanos de todas las mujeres a una vida libre de violencia.